viernes, 25 de enero de 2013

El peligro de una sola historia: “el sur” en los medios de comunicación



Para introducir el tema, me gustaría hacer alusión al título de nuestro blog ("La anorexia y los medios de comunicación), no porque tenga mucho que ver con el tema que voy a abordar a continuación, sino porque tienen un elemento en común: LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN, sobre todo, la influencia de esos medios en todos nosotros. En el caso de nuestro blog, la influencia de los medios en la anorexia que padecen millones de jóvenes en el mundo, pero en el tema que nos concierne la influencia de esos medios en las opiniones que nos creamos los individuos sobre el resto de países del mundo, en concreto de los países más pobres, de esos que todos olvidamos, de los que sólo oímos hablar cuando ocurren conflictos, guerras, desastres humanitarios y naturales... (los llamados "guetos informativos").













He querido empezar haciendo alusión al título de nuestro blog porque es ahí donde quería llegar: a la influencia que ejercen los medios de comunicación en los ciudadanos y cómo pueden hacer que se desvirtúe la imagen de un país por el mero hecho de no tener los suficientes recursos como para tener una presencia mediática más positiva, cómo si no fuera suficiente por lo que tienen que pasar en su país como para que desde el resto de los países del mundo contribuyamos a perjudicar aún más su imagen y a proyectar sobre el Sur un discurso del horror, el miedo y catastrofismo.

Creo firmemente que los medios tienen gran responsabilidad respecto a la creación y consolidación de ciertas imágenes y/o estereotipos, pero también considero que no toda la culpa la tienen los medios, faltaría más. Estamos en un país libre donde todo el mundo elegimos qué vemos y por qué lo vemos. De esto modo, no se debería eliminar la responsabilidad del Norte sobre las situaciones que se viven en el Sur, ignorando los contextos socio-históricos que han configurado el modelo de desarrollo y globalización actual.

Respecto a los medios de comunicación, al no apuntar las causas ni cuestionar las estructuras económicas globales, resulta ser un discurso que normaliza la pobreza, la violencia y la desigualdad, obstaculizando así la construcción de la "ciudadanía global" comprometida que pueda actuar y exigir actuaciones a los gobiernos del Norte y del Sur y a las instituciones internacionales.

Estos estereotipos son aún más acusados en el caso de las mujeres pobres, sumisas, víctimas de sus tradiciones o mujeres sufridoras, que aparecen constantemente en las noticias como reclamo dramático. Con respecto a las imágenes estereotipadas que sufren en mayor medida las mujeres, me gustaría hacer alusión a la conferencia de Chimamanda Adichie, en la que la escritora nigeriana cuenta cómo encontró su voz cultural auténtica y advierte que si sólo escuchamos una historia sobre una persona o un país, corremos el riesgo de caer en una incomprensión grave, encasillando a todos en un estereotipo. Para que esto  no ocurra, habla de la importancia de empaparnos de las diferentes historias que componen un país, ya que las historias dependen del poder y siempre conocemos la historia de los vencedores pero es más interesante aún conocer la de los vencidos. Por eso ella escribe su historia porque no debemos dejar de crear historias ni de contarlas.




Por lo tanto, es verdad que los medios podrían contribuir a proporcionar otro tipo de imágenes de estos países, y no digo a mejorar la imagen de estos países, si esto es mucho pedir, sino a no empeorarla ni desvirtuarla, ya que las imágenes que suelen aparecer sobre estas culturas victimizan a quienes son parte de ellas. Pero si ellos no nos muestran esas imágenes, no podemos resentirnos y echarles todo la culpa, ya que si los medios de comunicación no nos proporcionan esa perspectiva más positiva de estos países en la que se vea que hay una vida normal, actividades comunes o sucesos no espectaculares, podemos ver documentales, leer libros o acudir a internet.



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